Ayer salió publicado un extracto de la novela de Bast que verá la luz el próximo mes de Junio como parte de la antología Rogues. Nuestro equipo ha traducido este extracto para que todos nuestros seguidores puedan leerlo en español.
A continuación tenéis el extracto traducido de la novela «The Lightning Tree», para que todos los que no dominen el inglés puedan leerlo. ¡Que lo disfrutéis!
Mañana: El Camino Angosto
Bast casi había salido por la puerta trasera de la posada Roca de Guía.
De hecho ya estaba fuera, ambos pies habían pasado el umbral y la puerta estaba casi completamente encajada detrás de él cuando escuchó la voz de su maestro.
Base se detuvo con la mano en el cerrojo. Frunció el ceño ante la puerta, apenas un palmo abierta. No había hecho ningún ruido. Lo sabía. Estaba familiarizado con todos los elementos silenciosos de la posada, qué tablones del suelo suspiraban bajo el pie, qué ventanas se atascaban…
Las bisagras de la puerta trasera crujían a veces, dependiendo de su humor, pero era fácil evitarlo. Bast cambió el modo en que sostenía el cerrojo, lo elevó de forma que la puerta no colgase tan pesada, y entonces la cerró suave y lentamente. No chirrió. El giro de la puerta fué más suave que un suspiro.
Bast permaneció erguido y sonrió. Su rostro era dulce y tímido y salvaje. Parecía un niño travieso que hubiera conseguido robar la luna y comérsela. Su sonrisa era como la última pizca restante de la luna, afilada y blanca y peligrosa.
«¡Bast!» La llamada volvió, esta vez más alta. No hay nada tan vulgar como un grito, su maestro nunca se rebajaría tanto como para gritar. Pero cuando quería ser oído, su voz de barítono no se detendría por algo tan insustancial como una puerta de roble. Su voz parecía el sonido de un cuerno y Bast sintió su nombre arrojado contra él como una mano sobre su corazón.
Bast suspiró, abrió la puerta con ligereza y dió un paso hacia el interior. Él era oscuro, alto y encantador. Cuando caminaba parecía que bailase. «¿Sí, Reshi?», dijo.
Tras unos momentos el posadero entró en la cocina, llevaba un delantal blanco y limpio y su pelo era rojo. Aparte de eso, era dolorosamente ordinario. Su rostro portaba la espesa placidez que tenían los aburridos posaderos de cualquier parte. A pesar de que era temprano, parecía cansado.
Le entregó a Bast un libro de cuero. «Casi lo olvidas», dijo sin una pizca de sarcasmo.
Bast cogió el libro y fingió sorpresa. «¡Oh! ¡Gracias, Reshi!»
El posadero se encogió de hombros y su boca dibujó la forma de una sonrisa. «No es nada, Bast. Mientras vas a tus recados, ¿te importaría traer algunos huevos?»
Bast asintió, poniéndose el libro bajo el brazo. «¿Algo más?» preguntó con obediencia.
«Quizá también algunas zanahorias. Estoy pensando hacer estofado esta noche. Hoy es Abatida, así que quizá deberíamos prepararnos para recibir una multitud.» La comisura de su boca se torció ligeramente mientras lo decía.
El posadero empezó a alejarse y entonces se detuvo. «Oh. El chico de los Williams pasó por aquí anoche, buscándote. No dejó ningún mensaje». Levantó una ceja mirando a Bast. Su mirada dijo más que sus palabras.
«No tengo ni la más remota idea de lo que quiere», dijo Bast.
El posadero hizo un ruido evasivo y se volvió hacia el salón principal.
Antes de que hubiese dado tres pasos Bast ya había cruzado la puerta y corría a través del sol de las primeras horas del día.
* * *
Cuando Bast llegó ya había dos niños esperando. Jugaban en el gran itinolito que yacía a medio caer en la parte baja de la colina, escalando el lado inclinado y luego saltando hacia la alta hierba.
Sabiendo que le miraban, Bast se tomó su tiempo para subir a la pequeña colina. En su cima se alzaba lo que los niños llamaban el árbol del relámpago, aunque aquellos días era poco más que un tronco sin ramas apenas más alto que un hombre. Toda la corteza se había caído tiempo atrás y el sol había blanqueado la madera hasta volverla del color del hueso. Todo excepto la punta más alta, donde incluso tras todos estos años la madera seguía carbonizada.
Bast tocó el tronco con la punta de sus dedos y caminó lentamente alrededor del árbol. Lo hizo en el sentido de las agujas del reloj, en la misma dirección que el giro del sol. Era la forma adecuada de hacerlo. Entonces se giró y cambió de mano, caminando tres círculos en el sentido contrario a las agujas del reloj. Ese giro era contra el mundo. Era la forma de romper. Fue adelante y atrás, como si el árbol fuese una bobina y él la enrollase y desenrollase.
Finalmente se sentó con la espalda apoyada en el árbol y dejó el libro en una piedra cercana. El sol brilló en las letras doradas, Celum Tinture. Entonces se distrajo lanzando piedras al riachuelo cercano que cortaba la pendiente de la colina opuesta al itinolito.
Al cabo de un minuto un niño rubio, pequeño y rollizo llegó con dificultad a la colina. Era el hijo menor del panadero, Brann. Olía a sudor y a pan fresco y a… algo más. Algo fuera de lugar.
La lenta aproximación del chico tenía un aire de ritual. Alcanzó la cima de la pequeña colina y permaneció de pie durante un momento, en silencio, acompañado sólo del ruido que venía de los otros dos niños que jugaban abajo.
Finalmente Bast se giró para mirar al chico. No tenía más de ocho o nueve años, iba bien vestido y era más rechoncho que la mayoría de los niños del pueblo. Llevaba un fajo de tela blanca en su mano.
El niño tragó saliva con ansiedad. «Necesito una mentira».
Bast asintió. «¿Qué clase de mentira?»
El chico abrió su mano con cuidado, revelando el fajo de tela en forma de vendaje improvisado, salpicado de rojo brillante. Se le quedó ligeramente pegado a la mano. Bast asintió; eso era lo que había olido antes.
“Estaba jugando con los cuchillos de mi madre”, dijo Brann.
Bast examinó el corte. Cruzaba sin mucha profundidad entre la carne cerca del pulgar. Nada serio. “¿Duele mucho?”
“No como la paliza que me llevaré si ella descubre que estaba jugando con sus cuchillos”.
Bast asintió comprensivamente. “¿Limpiaste el cuchillo y lo devolviste a su sitio?”
Brann asintió.
Bast se tocó los labios pensativo.. “Pensaste que habías visto una gran rata negra. Te asustó. Le lanzaste el cuchillo y te cortaste. Ayer uno de los otros niños te contó una historia sobre ratas que mordisquean las orejas y dedos de los pies de los soldados mientras duermen. Te provocó pesadillas”.
Brann se estremeció. “¿Quién me contó la historia?”
Bast se encogió de hombros. «Elige a alguien que no te guste.»
El chico sonrió victorioso.
Bast empezó a contar con sus dedos: “Deja un poco de sangre en el cuchillo antes de tirarlo”. Apuntó a la tela que el chico envolvía con su mano. “Deshazte de esto también. La sangre está seca, es obviamente antigua. ¿Puedes fingir un buen llanto?”
El chico asintió con su cabeza, pareciendo un poco avergonzado por ello.
“Pon un poco de sal en tus ojos. Ponte a moquear y llorar antes de ir corriendo a ellos. Gime y balbucea. Entonces cuando te pregunten sobre tu mano, dile a tu madre que lo sientes si has roto su cuchillo”.
Brann escuchó, asintiendo lentamente al principio, luego más rápido. Sonrió. “Eso está bien”. Miró alrededor con nerviosismo. “¿Qué te debo?”
“¿Algún secreto?”, preguntó Bast.
El hijo del panadero pensó durante un minuto. “El viejo Lant se está tirando a la viuda de Creel…” dijo esperanzado.
Bast agitó su mano. “Desde hace años. Todo el mundo lo sabe”. Bast se frotó la nariz y dijo “¿Puedes traerme dos bollos dulces más tarde?”
Brann asintió.
“Ese es un buen comienzo”, dijo Bast. “¿Qué tienes en tus bolsillos?”
El chico escarbó y alzó sus manos. Tenía dos cuñas de hierro, una piedra verdosa y aplanada, una calavera de pájaro, una maraña de cuerda y un poco de tiza.
Bast pidió la cuerda. Luego, con cuidado de no tocar las cuñas, tomó la piedra verdosa entre dos dedos y arqueó una ceja mirando al chico.
Tras un momento de duda, el chico asintió.
Bast puso la piedra en su bolsillo.
“¿Y si me llevo una paliza de todas formas?», preguntó Brann.
Bast se encogió de hombros. “Eso es asunto tuyo. Querías una mentira. Te he proporcionado una buena. Si quieres que te saque las castañas del fuego, eso es algo completamente distinto”.
El hijo del panadero parecía decepcionado, pero asintió y se encaminó colina abajo.
El siguiente en subir a la colina fue un chico un poco mayor, con ropas caseras y raídas. Uno de los chicos de Alard, Kale. Tenía un labio roto y una costra de sangre alrededor de un orificio nasal. Estaba tan furioso como sólo un niño de diez años puede estarlo. Su expresión era una tempestad.
“¡He pillado a mi hermano besando a Gretta tras el viejo molino!” dijo en cuanto llegó a la cima de la colina, sin esperar a que Bast preguntase. “¡Él sabe que yo estaba enamorado de ella!”
Bast extendió sus manos con impotencia, encogiéndose de hombros.
“Venganza”, escupió el chico.
“¿Venganza pública?” preguntó Bast. “¿O venganza secreta?”
El chico se tocó el labio roto con su lengua. “Venganza secreta”, dijo en voz baja.
“¿Cuánta venganza?” preguntó Bast.
El chico pensó un momento y entonces sostuvo sus manos en alto, separadas por tres palmos. “Esto”.
“Hmmmm”, dijo Bast. “En una escala entre un ratón y un toro, ¿cuánta?”
El chico arrugó su nariz un rato. “Tanto como un gato”, dijo. “Quizá tanto como un perro. Aunque no como el perro de Martin el Chiflado. Como los perros de los Benton”.
Bast asintió e inclinó su cabeza hacia atrás, pensativo. “Vale”, dijo. “Orina en sus zapatos”.
El chico parecía escéptico. “Esa no parece una venganza del tamaño de un perro”.
Bast negó con la cabeza. “Orinas en una copa y la escondes, digamos, durante un día o dos. Entonces una noche, cuando él deje sus zapatos junto al fuego, derrama la orina en ellos. No los empapes, tan sólo mójalos. Por la mañana estarán secos y probablemente ni siquiera olerán demasiado…”
“¿Para qué?” interrumpió el chico con enfado. “¡Esa venganza no es del nivel ni de una pulga!”
Bast levantó una mano tranquilizadora. “Cuando sus pies suden, empezará a oler a orina”, dijo Bast con calma. “Si pisa un charco, él olerá a orina. Cuando camine en la nieve, olerá a orina. Le costará averiguar exactamente de dónde viene el olor, pero todo el mundo sabrá que tu hermano es quien apesta”. Bast sonrió al chico. “Supongo que tu Gretta no querrá besar al chico que no puede aguantarse la orina”.
Pura admiración cruzó el rostro del joven como un amanecer en las montañas. “Es la mayor putada que he oído”, dijo, sobrecogido.
Bast intentó parecer modesto y fracasó. “¿Tienes algo para mi?”
“Encontré una colmena salvaje”, dijo el chico.
“Ese será un buen comienzo”, dijo Bast. “¿Dónde?”
“Está pasada la casa de los Orissons. Más allá de Littlecreek”. El chico se agachó y dibujó un mapa en la tierra. “¿Ves?”
Bast asintió. “¿Algo más?”
“Bueno… sé donde guarda Martin el Chiflado su destilador…”
Bast levantó sus cejas al oirlo, “¿En serio?”
El chico dibujó otro mapa y dió algunas indicaciones. Entonces se puso de pie y se quitó el polvo de las rodillas. “¿En paz?”
Bast deslizó su pie por la tierra, destruyendo el mapa. “Estamos en paz”.
El chico siguió sacudiéndose la tierra, “También tengo un mensaje. Rike quiere verte”.
Bast negó con firmeza. “Conoce las reglas. Dile que no”.
“Ya se lo he dicho”, dijo el chico con un desdén cómicamente exagerado. “Pero se lo diré de nuevo si le veo…”
* * *
No había más niños esperando después de Kale, así que Bast se puso bajo el brazo el libro de cuero y dio un largo paseo, deambulando. Encontró algunas frambuesas salvajes y se las comió. Bebió un poco del pozo de Ostlar.
Finalmente Bast escaló hasta la cima de un risco cercano y se estiró con ganas, antes de meter la copia encuadernada en cuero de Celum Tinture en un árbol de espino blanco donde una rama ancha formaba un cómodo hueco contra el tronco.
Miró hacia el cielo, claro y brillante. No había nubes. No hacía mucho viento. Cálido pero no caliente. No había llovido desde hace un tiempo. No era día de mercado. Faltaban unas horas para el mediodía de Abatida…
La frente de Bast se arrugó un poco, como si hiciera algún cálculo complejo. Luego asintió para sí mismo.
Entonces Bast se dirigió de nuevo de vuelta al risco, pasando la casa del Viejo Lant y rodeando las zarzas que circundaban la granja de Alard. Cuando llegó a Littlecreek cortó algunas cañas y las talló perezosamente con un pequeño y brillante cuchillo. Luego sacó la cuerda de su bolsillo y unió las cañas como si fueran un ordenado conjunto de flautas de pastor.
Sopló en la parte superior e inclinó la cabeza para escuchar su dulce discordancia. Su brillante cuchillo talló un poco más y sopló de nuevo. Esta vez el tono se acercaba más, lo que hizo la discordancia mucho más chirriante.
El cuchillo de Bast se movió con rapidez de nuevo, una vez, dos, tres. Luego lo apartó y acercó las flautas a su cara. Cogió aire por la nariz, oliendo su húmedo verdor. Entonces lamió la zona superior recién cortada de las cañas, su lengua era rápida y sorprendentemente roja.
A continuación respiró y sopló contra las flautas. Esta vez el sonido fue brillante como luz de luna, vivaz como el salto de un pez, dulce como una fruta robada. Sonriendo, Bast se encaminó hacia las colinas tras la casa de los Benton y pronto escuchó el bajo y mecánico balido de una oveja lejana.
Un minuto más tarde, Bast llegó a la cima de una colina y vio dos docenas de rechonchas e ingenuas ovejas pastando hierba en el verde valle bajo él. Era un lugar apartado y sombrío. La ausencia de lluvia reciente indicaba que los pastos eran mejores aquí. Los lados empinados del valle indicaban que las ovejas no serían propensas a alejarse y no habría que buscarlas demasiado.
Una mujer joven estaba sentada a la sombra de un olmo que presidía el valle. Se había quitado los zapatos y la capa. Su largo y grueso cabello era del color del trigo maduro. Entonces Bast comenzó a tocar. Una melodía peligrosa. Era dulce y brillante y lenta y tímida.
La pastora se espabiló al escucharla, o eso pareció al principio. Levantó su cabeza, animada… pero no. No miró en su dirección en absoluto. Tan sólo estaba alcanzando sus pies para estirarse, inclinándose hacia sus dedos, con las manos sobre su cabeza.
En apariencia todavía inconsciente de que habían tocado música para ella, la joven tomó una manta cercana y la extendió bajo el árbol y se sentó de nuevo. Resultaba un poco extraño que hubiese estado sentada antes sin la manta. Quizá simplemente le había entrado frío. Bast siguió tocando mientras descendía por la pendiente del valle hacia ella. No se dio prisa y la música que tocaba era dulce y juguetona y lánguida, todo a la vez.
La pastora no hizo nada que indicase que se había percatado de la música o del propio Bast. De hecho, miró hacia otro lugar, hacia el lejano final del pequeño valle, como si tuviera curiosidad por lo que las ovejas pudieran estar haciendo allí. Cuando giró la cabeza, dejó expuesta la encantadora silueta de su cuello desde su perfectamente redondeada oreja, hasta el suave incremento en sus pechos que se podía notar encima de su corpiño.
Con los ojos puestos en la joven mujer, Bast pisó una roca suelta y tropezó torpemente colina abajo. Sopló una dura y alta nota y luego se le escaparon algunas más de su canción al tener que usar salvajemente uno de sus brazos para equilibrarse.
Entonces la pastora rió, pero estaba mirando hacia el borde opuesto del valle. Quizá las ovejas habían hecho algo gracioso. Sí. Seguro que era eso. Podían ser animales divertidos a veces.
Aun así, no puedes mirar una oveja demasiado tiempo. Ella suspiró y se relajó, recostándose contra el tronco inclinado del árbol. El movimiento accidentalmente empujó el dobladillo de su falda ligeramente hacia arriba, pasando la rodilla. Sus pantorrillas eran redondas y bronceadas y cubiertas de un ligerísimo vello de color miel.
Bast siguió colina abajo. Sus pasos eran delicados y gráciles. Parecía un gato acechante. Parecía que bailaba.
Aparentemente satisfecha de ver a las ovejas a salvo, la pastora suspiró de nuevo, cerró los ojos y reclinó la cabeza contra el tronco del árbol. Su cabeza se inclinó para captar el sol. Parecía a punto de quedarse dormida, pero juzgando por sus suspiros, su respiración parecía acelerarse. Y cuando se movió con inquietud intentando estar más cómoda, una de sus manos cayó de tal forma que accidentalmente levantó más todavía el dobladillo de su vestido hasta que mostró una pálida extensión de muslo.
Es complicado sonreír mientras se toca la flauta. De alguna forma Bast lo consiguió.
Os recordamos que este relato será publicado como parte de la antología Rogues, de George R R Martin y Gardner Dozois, cuya información podéis leer aquí.
Fuente:
Pat’s Fantasy Hotlist
Herren
| #
Muchas gracias por traducirlo!!! Me ha encantado leerlo
Abel
| #
Que ganas tenia de leer algo nuevo del mundo de kvothe y compañía… Aunque no se si ha sido bueno, ahora necesito seguir leyendo!
GravityMar
| #
Me ha gustado mucho! Y muy bien traducido. Pero deja la miel en los labios, queremos mucho más!!! Muchas gracias por la traducción
Primeras opiniones de Rogues y el relato de Bast de Patrick Rothfuss - Roca de Guía
| #
[…] Os recordamos que podéis leer un adelanto del relato The Lightning Tree de Patrick Rothfuss traduci… […]
Erlii
| #
Ayer buscando información en la web encontré un scribd de El Arbol del Relámpago. Hasta ahora creo que es lo mismo, dejo el link para que lo chequeen. Tiene al rededor de 100 hojas.
Link: http://es.scribd.com/doc/231320301/El-Arbol-Del-Relampago-Patrick-Rothfuss#download
Alexis
| #
Es de pago si quieres leerla entera…
Andrea
| #
Perdonad, ¿sabéis si va a salir el libro en español e individual como el de Auri? Graciaaas ;)
Roca de Guía
| #
Hola Andrea, desgraciadamente no, no hay planes de que el relato de Bast se edite de forma individual (además es considerablemente más corto que el de Auri) por lo que la única forma de poseerlo será como parte de la antología de George RR Martin, «Rogues». Y por el momento, que sepamos, no hay ninguna información sobre una posible traducción al español de esta antología, por lo que en este caso habrá que leer a Patrick Rothfuss en inglés para poder leer el relato The Lightning Tree. ¡Lo sentimos! Si hubiese cualquier novedad al respecto, lo anunciaríamos aquí. Un saludo :)
chofo47
| #
Cualquier nueva información sobre la historia de Bast por favor denla a conocer quiero leer mas de Bast!! El libro de Auri ya esta mas que cocinado sale en dos semanas en español ;)
Pablo
| #
Se espera que el relato de Auri salga en español? gracias
Roca de Guía
| #
Hola Pablo, sí, recientemente se anunció que la novela de Auri saldría en español el próximo 28 de octubre. Aquí tienes toda la información: http://rocadeguia.com/2014/07/la-novela-de-auri-se-publicara-en-espanol-el-28-de-octubre/
Un saludo
Juan
| #
Ojalá traduzcan The Lightning Tree al español.
Por favor, Gemma Rovira…
:)
Juan
| #
Gracias por la traducción. Está muy bien.
Solamente una pregunta: ¿por qué los diálogos los pones entre comillas y no acotados con guiones?
¿Te has planteado traducirlo entero para nuestra, oh, preciada, comunidad de lectores de Patrick? ;)